Abrió la puerta como cada noche, entró en casa y la encontró tal y como la dejó, vacía, oscura, sin vida... Revisó los mensajes del contestador y nada, ninguno era de ella...
Se sentó en el sillón de su casa, y empezó a añorar el amor que no encontró en sus ojos, el calor de su cuerpo, que contrastaba con el frío de la habitación, el latir de su corazón muerto, pausado y lento, muy distinto a aquel latido rápido y constante que sentía al verla. Pero ahora ella estaba entre los brazos de otro hombre, y no podía hacer nada para poderlo evitar, ella se escapaba y no lo podía remediar, porque aun admitiendo que nunca sería suya, no podía olvidarse de ella, porque algo en su corazón seguía recordando lo que nunca ocurrió, ni lo que nunca ocurrirá...
Finalmente, se levantó del sillón, y se sirvió una copa con un poco de whiskey que tenía en el minibar, y se recostó una vez terminada su copa, quedándose dormido en el sofá, esperando a que acabara esa atormentada noche.
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