Eras la chica que siempre buscaba en esos primeros días de universidad en los que lo más importante era conocer gente nueva. Y por suerte te conocí a ti, una persona con la que hablar, y con la que no sentirme perdido en ese nuevo mundo.
Era inevitable no sentarme a tu lado en clase, en conocer poco a poco cada detalle de tu vida.
Mirarte fijamente para ponerte nerviosa y sacarte una sonrisa, esa misma sonrisa vergonzosa que, un año y medio después de conocerte, sigo viendo en tu rostro.
Pasear juntos y hablar mientras nos dirigíamos a la estación, en la cual nos despedíamos con dos besos o con un simple "hasta mañana", muy distintos a los besos y a ese "te quiero" que nos decimos ahora cuando te veo subir al tren.
Porque hay cosas que no cambian y otras que dan un giro inesperado en tan solo unos meses.
Todo esto pasa por mi cabeza cada vez que te miro mientras vas tomando apuntes hasta que, de repente, te giras, me miras y vuelves a sonreír.